El bebé mientras está en el vientre materno vive rodeado de líquido, éste es turbio debido a diferentes partículas: células de la placenta y fetales que se van descamando, lanugo (vello muy fino que cubre el cuerpo del feto)...
Durante todo el embarazo el líquido está formándose y reabsorbiéndose continuamente. Se empieza a producir desde el comienzo del desarrollo y va aumentando según crece el bebé. A partir de las 32/34 semanas cuando ha alcanzado unos 1000 cc empieza a disminuir poco a poco hasta llegar al momento del parto. Mientras no exista sufrimiento fetal el líquido suele ser incoloro.
El líquido se va produciendo por filtraciones a través de las membranas del saco amniótico, por el trasudado de líquido por la piel del bebé, por la orina del bebé, por las secreciones de los pulmones del bebé, su boca y laringe; y por pequeñas cantidades de heces.
El líquido se va eliminando de varias formas: A través de las membranas, el cordón y la placenta; y deglución del bebé (traga líquido de 2 a 7 veces durante el día).
Cuando el bebé no crece o se desarrolla bien el líquido puede disminuir.
Funciones del líquido amniótico
Protege de infecciones al bebé, lo protege y evita traumatismos, le permite moverse y desarrollarse, permite el desarrollo del aparato digestivo y respiratorio, favorece la dilatación y lubrica para el parto.
Además, a través del líquido se pueden realizar estudios al bebé y comprobar cómo está. Para estos estudios se utiliza la ecografía, para saber la cantidad de líquido, si ha aumentado, polihidramnios o ha disminuido, oligohidramnios y la amniocentesis, que permite: Detectar infecciones, estudios cromosómicos, genéticos y hormonales, averiguar la madurez pulmonar, etc.
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