Las alteraciones placentarias son complicaciones del embarazo que afectan a la placenta. Este órgano existe desde el final del primer trimestre del embarazo hasta el nacimiento, cuando se expulsa con el bebé. Durante la gestación, la placenta sirve de apoyo al feto mediante la respiración (permite el intercambio de gases entre la sangre materna y la fetal), la excreción (los productos de desecho pasan de los vasos sanguíneos fetales a los maternos), la inmunidad (permite que los anticuerpos de la madre pasen de la sangre materna a la fetal), la nutrición (los nutrientes pasan de la sangre materna a la fetal) y la función endocrina (produce gonadotropina coriónica humana, estrógenos y progesterona).
En determinados trastornos que se manifiestan como enfermedad materna en todo el organismo interviene la placenta, sobre todo en la preeclampsia (trastorno caracterizado por hipertensión arterial y problemas en uno o varios órganos internos, sobre todo el riñón) y el síndrome HELLP (trastorno caracterizado por hipertensión arterial, problemas en las células sanguíneas y problemas en el hígado y otros órganos). No obstante, la gestación y el parto también suelen verse alterados por complicaciones placentarias localizadas en la propia placenta. Algunas de estas afecciones son las siguientes:
Placenta previa
Se trata de una situación en la que la placenta está baja en el útero. Dependiendo de la posición de la placenta, ésta puede estar cerca del orificio cervical o cubrirlo total o parcialmente. En ambos casos, la placenta previa puede provocar hemorragias durante el embarazo y el parto, ya que el feto presiona el canal endocervical. Cuando la mujer se pone de parto, aumenta la probabilidad de que se produzcan hemorragias graves, ya que la placenta bloquea el canal del parto. La placenta previa también aumenta la probabilidad de parto prematuro.
Algunos factores de riesgo de placenta previa son un parto anterior por cesárea, intervenciones quirúrgicas uterinas y un embarazo múltiple. La placenta previa normalmente se diagnostica mediante ecografía y puede tratarse con reposo en cama, estrecha vigilancia, líquidos intravenosos y transfusión de hemoderivados en caso de hemorragia. El parto por cesárea es necesario y suele planificarse en torno a las 36 o 37 semanas de gestación para un embarazo único (antes para gemelos). De este modo se reduce el riesgo de parto espontáneo que provocaría una hemorragia al pasar el feto por el cuello uterino.
Placenta accreta
Es una afección en la que la placenta se adhiere demasiado profundamente al útero y, por tanto, puede resultar difícil separarla de la pared uterina tras el parto. Por lo general, la placenta se adhiere sólo a través del endometrio, la capa más interna del útero. En cambio, en la placenta acreta, la placenta atraviesa el endometrio y se apoya en el miometrio (la capa muscular del útero) o penetra en él. Este trastorno se subclasifica en función de la profundidad de la invasión. Tanto durante el parto como después, la placenta accreta puede provocar hemorragias graves y aumentar el riesgo de rotura uterina. El motivo es que, cuando la placenta se separa finalmente del útero, puede llevarse consigo partes del miometrio.
Algunos factores de riesgo de la placenta accreta son una placenta accreta anterior, un parto por cesárea previo, cirugía uterina y gestación múltiple. El diagnóstico suele realizarse mediante ecografía, y en estos casos los médicos programan un parto por cesárea. En los casos de hemorragia, la madre puede ser tratada con medicamentos para controlarla, líquidos intravenosos y, si es necesario, transfusión de sangre. En los casos graves, puede ser necesario practicar una histerectomía por cesárea, lo que significa que el bebé nace quirúrgicamente y se extirpa el útero.
Desprendimiento de placenta
Conocido también como abrupción placentaria, es una afección en la que la placenta se separa de la pared uterina en algún momento antes del parto. Puede provocar hemorragias graves y sufrimiento fetal, así como aumentar el riesgo de parto prematuro y mortinato. Algunos de los factores de riesgo del desprendimiento de placenta son la hipertensión, el tabaquismo y el consumo de otras sustancias, y la gestación múltiple. Normalmente, el desprendimiento de placenta se diagnostica mediante ecografía y monitorización fetal, y suele tratarse con un parto por cesárea de forma inmediata. Al igual que con la placenta previa y el acretismo, la hemorragia puede tratarse con reanimación con líquidos y, si es necesario, transfusión.
Vasa previa
Es un trastorno en el que los vasos sanguíneos fetales de la placenta y/o las membranas del cordón umbilical circulan sin protección cerca del cuello uterino o a través de él. Por lo general, la placenta existe como una estructura única de la que emerge el cordón umbilical y entra en el feto. En condiciones normales, los vasos sanguíneos del cordón -constituidos por la vena umbilical, que transporta sangre oxigenada de la placenta al feto, y las dos arterias umbilicales, que transportan sangre desoxigenada del feto a la placenta- se encuentran rodeados por una sustancia protectora denominada gelatina de Wharton. Pero en un tipo de vasa previa, partes de estos vasos están presentes sin la cubierta de gelatina de Wharton, por lo que son más propensos a romperse. Hay otro tipo de vasa previa en la que la placenta incluye un lóbulo accesorio, es decir, una parte del órgano está separada físicamente del resto, pero el lóbulo accesorio está conectado al resto de la placenta por vasos sanguíneos placentarios. Como ocurre con los vasos umbilicales sin la gelatina, los vasos sanguíneos que discurren entre los lóbulos placentarios pueden atravesar el cuello uterino o acercarse a él y son susceptibles de romperse.
Algunos factores de riesgo de los vasa previa son los vasa previa anteriores, el embarazo múltiple y un parto anterior por cesárea. Los vasa previa puede causar hemorragias y sufrimiento fetal. Como ocurre con las demás afecciones, las hemorragias pueden requerir líquidos intravenosos y, cuando son graves, transfusiones y parto por cesárea.
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