Imagina que te pones de parto. Llegas al hospital o al centro de maternidad esperando dar a luz a tu bebé con la comodidad y los cuidados de médicos y enfermeras amables. En una cama limpia. Con privacidad y un trato respetuoso y apoyo. Y una buena atención médica. Por desgracia, esta no es la realidad para algunas mujeres en todo el mundo. La "violencia obstétrica" es un término que se utiliza para describir la atención prestada a las mujeres durante el parto que es forzada, coaccionada, no voluntaria y sin consentimiento. La violencia obstétrica es una combinación de "violencia institucional y violencia contra la mujer" experimentada durante el embarazo y el parto.
La violencia obstétrica puede ocurrir en cualquier entorno (centros privados o públicos) y en cualquier parte del mundo. Las mujeres de bajos ingresos y las que pertenecen a minorías étnicas pueden ser más propensas a sufrir violencia obstétrica. La violencia obstétrica puede adoptar la forma de negación de tratamiento, violencia física, detención en un centro, uso de procedimientos médicos forzados o innecesarios, ignorar el dolor o las necesidades de la mujer, humillación y discriminación. Un autor profundizó en la descripción de la violencia obstétrica como el hecho de no proporcionar ningún sentido de la modestia a la mujer durante el trabajo de parto y el parto, someter a la mujer a entornos poco amigables y separar a la madre y al niño inmediatamente después del parto. En algunos casos de violencia obstétrica denunciados, las mujeres se han visto obligadas a dar a luz fuera del hospital o en suelos de cemento, han sido agredidas físicamente por el personal médico, han sufrido abusos físicos y verbales y se han visto forzadas a tener un parto por cesárea. En algunos países, la violencia obstétrica adopta la forma de detención en los casos de madres embarazadas y drogodependientes, procedimientos médicos forzados como la cesárea o la episiotomía, y el uso forzado de oxitocina para acelerar el parto.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que la violencia obstétrica es una preocupación para las mujeres de todo el mundo. La OMS clasifica la violencia obstétrica en tres categorías: abuso, coacción y falta de respeto. El abuso puede incluir cesáreas forzadas, episiotomías forzadas, procedimientos realizados sin consentimiento, abusos o restricción física. La coerción puede incluir intervenciones legales, acceso restringido al parto vaginal después de una cesárea (PVDC), intervenciones de bienestar infantil o presión/manipulación. La falta de respeto incluye comentarios insultantes, ignorar y humillar a los proveedores.
La violencia obstétrica es un tipo de violencia que es fácil de pasar por alto porque se habla poco del tema. Las mujeres no suelen hablar de los casos de violencia durante el parto debido al estigma, la falta de apoyo o la incomprensión de lo que les ha ocurrido. La legislación legal y médica también apoya la protección del feto, aunque sea a costa de la salud o la autonomía de la madre. Las creencias culturales, como la de que las madres sacrifican sus necesidades por las de su hijo, crean además un entorno en el que no se reconoce la violencia obstétrica. La violencia obstétrica se atribuye a la creciente presión económica para que los proveedores y los hospitales realicen determinados procedimientos durante el trabajo de parto y el parto, al aumento del uso de la tecnología y de las intervenciones durante el parto, y al aumento del miedo a la responsabilidad y a la mala praxis entre los proveedores, que conduce a un exceso de pruebas e intervenciones.
Es importante abordar la violencia obstétrica para la salud de las mujeres y sus bebés. Este tipo de violencia y abuso puede interferir con el vínculo entre la madre y el recién nacido, causar daños físicos o emocionales en las madres, aumentar las complicaciones maternas y desanimar a las madres a buscar más atención. La concienciación pública ha sido limitada y existen muy pocos estudios para definir la incidencia de la violencia obstétrica, pero el tema se está debatiendo cada vez más. Los estudios futuros, los casos legales, la legislación y la formación de grupos de defensa pueden ayudar a arrojar más luz sobre esta epidemia de abuso y violencia materna. La Organización Mundial de la Salud ha proporcionado consejos para la prevención y la eliminación de la violencia obstétrica en todo el mundo: aumentar el apoyo gubernamental, proporcionar un mayor apoyo social, investigar la incidencia y el impacto de las intervenciones, incorporarse a las cuestiones de derechos humanos, formar y responsabilizar a los proveedores de atención sanitaria, e implicar a las mujeres en sus comunidades. Países latinoamericanos como Venezuela, Brasil y Argentina ya han dado pasos para abordar la violencia obstétrica en sus propios países.
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